Sam Mendes, un director marcado por su opera prima, American Beauty, se impregna de una historia parecida, para convertirla en un drama de época, una época que a pesar de ser lejana es lamentablemente parecida a la actual. Una pareja se casan cuando se conocen, y consumen toda su vida juntos, aparcando sus sueños e inquietudes, para convertirse en lo que siempre habían criticado, para que la monotonía los vaya consumiendo y matando poco a poco. El retrato que hace Mendes de la sociedad es fiero, una sociedad marcada por la comodidad, por arrinconarse tras su trabajo y acomodarse, para luego seguir soñando con antiguas utopías incumplidas. La pareja que forman Di Caprio y Winslet es una pareja anclada en la monotonía, unos jóvenes que habían tenido sueños que jamás cumplieron, y por su puesto no cumplirán. La melancolía con la que recuerda el pasado April (Winslet) le va atrapando entre un mundo vacío, entre paredes que jamás traspasará para huir, y cumplir los sueños que se habían planteado junto con Frank (Di Caprio).
Seguir leyendo