‘Brooklyn’ – Cuando en partida y retorno nos van corazón y futuro

Al tiempo que el barco que la llevará a Nueva York zarpa su madre gira la cabeza y se aleja del puerto. Perdida en un mundo que le es desconocido, Eilis Lacey tratará de adaptarse a una realidad que no le pertenece. Su corazón continúa en Irlanda hasta la tarde en que un apuesto caballero lo conquista en Brooklyn. Lacey deberá afrontar la decisión que germinará en su vida futura: ¿permanecer en América junto al hombre al que ama o regresar a Europa junto a su pobre madre y sus necesarios cuidados?
La premisa general aportada por el guión de Nick Hornby en adaptación a la novela de Colm Toibin resulta tan simple como eficaz. Una chica rural perdida en la Gran Manzana, tratando de hallar su pequeño hueco en el confuso mundo. Un amorío inesperado y profundo, una mala noticia, y la angustia por la decisión inaplazable. La película comandada por John Crowley –¿Hay alguien ahí? (2009), Boy A (2007)- triunfa al trazar líneas en la arena, al huir de efectismos innecesarios, al obligarnos a empatizar con una muchacha sencilla de problemas en apariencia sencillos.
En Brooklyn la actriz protagonista Saoirse Ronan firma una interpretación digna de elogio. Tan comedida y frugal como poderosa e inquebrantable, aporta frescura y luz a cada escena en el que ha sido calificado por parte de la prensa especializada como uno de los mejores -si no el mejor- trabajo de su carrera hasta la fecha. No termina ahí el esplendor interpretativo de Brooklyn. Un italo-americano Emory Cohen sobresale en el rol de chico común deseado por una sola, también un tímido Domhnall Gleeson, la autoritaria Julie Walters o un bondadoso Jim Broadbent destacan para nuestra reseña.
Lo nuevo de Crowley cuenta además con una fotografía, una post-producción y un acabado envidiable en diversos aspectos técnicos y directivos. Un ejemplo de producto cultural mimado y de detalles cuidados, una delicia para el ojo. Y para el sentimiento. Quien haya dejado atrás seres queridos sabrá de qué hablo. La sencillez de Brooklyn oculta un dilema tan humano como extendido: el del amor pasado y el que vendrá, el de la partida sin retorno, la imposibilidad de regresar al lugar que fue de tu felicidad, pues al regreso ni uno es el que fue ni los demás le esperaron en su mente.
O peor. Cuando al retorno se descubre que todo continúa inamovible, estático, muerto. Puede achacarse a Brooklyn una tendencia a lo simple y lo lineal que puede mutar en simplismo y tedio en algún espectador. Puede afirmarse que se trata de una película que ha sabido potenciar sus puntos fuertes y obviar los negativos en busca de un resultado agradable. Si el premio BAFTA a Mejor película británica o la nominación al Oscar a Mejor película en 2016 no alejasen estas dudas -y no deberían-, cabe explicar que lo siguiente.
Brooklyn dista un buen trecho de erigirse como la película que todo espectador que se precie debe ver. Su romanticismo clásico, su drama familiar y su emotividad pueden encontrarse en otras cintas. Pero es un trabajo sincero y bien ejecutado. Y hoy día son éstas cualidades escasas.
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