Carne de video-club (III): Micmacs

Carne de video-club (III): Micmacs

Escrito por: Javier Vayá Albert    15 mayo 2012     3 minutos

Un Jean pierre Jeunet con el piloto automático.

No llegaré a entender nunca como una película dirigida por alguien como Jean Pierre-Jeunet puede tardar más de dos años en estrenarse en nuestro país y cuándo lo hace que sea con cien paupérrimas copias. Es cierto que la película fue un fracaso en su estreno en Francia, en todo el mundo en realidad, recaudando sólo diez millones de Euros por los veintisiete de presupuesto, pero estamos hablando del director de dos películas que pueden ser consideradas dos de los mayores éxitos del cine galo en los últimos años, Delicatessen y Amélie.

Precisamente el propio Jeunet describía Micmacs como una mezcla entre Delicatessen y Amélie, lamentablemente a pesar de ser cierto que encontramos claras reminiscencias de ambas cintas, Micmacs no consigue nunca estar a la altura de tan prestigiosas predecesoras.
Es difícil realmente definir qué es lo que falla en esta nueva propuesta del director galo, si sus señas de identidad permanecen intactas, su originalidad formal, sus personajes peculiares, su ternura y, por momentos, poesía en las imágenes…¿qué falla entonces en Micmacs?

Sería fácil achacar el fallo a un método repetitivo y gastado, fácil e incierto, ya que el seguidor de Jeunet, el que se enamoró de Amélie y todavía retiene en la memoria imágenes de Delicatessen, precisamente lo que busca es sumergirse de nuevo en el original universo creado por el director, disfrutar como cómplice de un juego de los pequeños guiños y elementos reconocibles para un club selecto.

Pero Micmacs falla no por esa repetición de códigos sino por lo forzado de su propuesta. El humor blanco y reconocible de Jeunet es aquí estirado hasta la parodia, dejando de lado esa sutilidad característica y olvidándose de algo primordial, unas ciertas gotas de humor negro que solían dar el contrapunto genial a sus anteriores obras. En Micmacs peca en exceso de la cursilería, Slapstick y la viñeta, recordando más a Javier Fesser que al propio Jeunet.

Por otro lado el Mcguffin de la historia, la venganza de un tipo normal y corriente contra dos poderosas compañías armamentísticas, es tan ingenuo y risible como su pretendido fondo de denuncia social demasiado explicito. A pesar de crear un grupo de adorables y originales personajes, en Micmacs la exageración de sus actuaciones llega a cansar cuando en las otras películas resultaba gracioso. Esto a pesar de contar con actores de la talla de Omar Sy, César al mejor actor por Intocable o Dany Boon visto en la también exitosa Bienvenidos al norte.

Con todo esto Micmacs alcanza momentos brillantes sobre todo en el terreno visual en el que Jeunet se mueve con maestría o altamente disfrutables en ciertos puntos innegablemente cómicos y divertidos. No podemos hablar entonces de una mala película a pesar de todo, pero quien la elija en el estante de su video-club o la compre confiando en volver a sentir lo que sintió viendo Amélie o añorando los años de Delicatessen, en la que una cinta de unos desconocidos directores franceses se convertía en película de culto gracias al boca-oreja, quedará muy decepcionado.


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