La casa del Tejado Rojo, poesía en imágenes

El cine japonés tiene normalmente un toque diferente al del resto del mundo y, sobre todo, al cine occidental al que estamos acostumbrados. Dejando de lado algunos géneros como el de acción o el de terror, sus películas «costumbristas» suelen tener un ritmo muy pausado y contemplativo.
La historia se desarrolla más en la fotografía, en el cine en sí, que en los diálogos, de forma que sabemos más por las miradas o los silencios de los personajes que por sus palabras. Ejemplo de ello son películas contemporáneas como la bellísima Una familia de Tokio, del mismo director que la que nos ocupa hoy.
Dirigida y escrita por Yoji Yamada, adaptando una novela de Kyoko Nakajima, La Casa del Tejado Rojo nos cuenta la historia de Taki, quien En 1936 deja su familia en el campo para ir a trabajar como criada en una casa moderna con un tejado rojo a dos aguas en las afueras de Tokio, el tranquilo hogar de la bondadosa Tokiko, su marido Masaka y su adorable hijo. Pero cuando aparece Shoji Itakura, Tokiko se siente irresistiblemente atraída por él. Taki es leal a Tokiko y cuida de la familia a pesar de ser consciente de esa relación. Sin embargo, llega el momento en que debe tomar una desgarradora decisión.
Sesenta años después, la anciana Taki escribe la historia de su vida en un cuaderno, rememorando los días que vivió en la casa del tejado rojo. La alienta a seguir su joven sobrino Takeshi, que espera impaciente que acabe cada capítulo para leerlo. El tiempo pasa y Taki muere. Mientras ordena sus pertenencias, Takeshi encuentra un sobre cerrado sin destinatario, que le empujará a intentar descubrir la verdad de un secreto que Taki ha guardado hasta la muerte.
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Con una dulzura que llena toda la película, ayudada de una fotografía y una luz que convierten esta historia en algo similar a un cuento de hadas, Yamada nos lleva de la mano a una historia llena de amor (fraternal, romántico, etc) en la que nos enamoraremos de los protagonistas pese a sus defectos, como humanos que son.
La fotografía, como digo, será un personaje esencial en la trama: cada vez que la Casa del Tejado Rojo aparece en pantalla parece que estamos dentro de un cuento de hadas. Dentro de ella todo es amable y sencillo, todos los problemas los soluciona el cariño y el amor, incluso los rumores de guerra que traen los periódicos y que, entre risas y sake, se comenta en la salita. Poco a poco el tiempo avanza y, con él, la luz y el color de la película, que llegará a tornarse casi exclusivamente en un limitado número de grises, creándonos una sensación desapacible de forma casi imperceptible.
En resumen, una bellísima historia contada con todo el cariño y el buen hacer de que es capaz un poeta como Yoji Yamada. La historia no será ninguna sorpresa, pero la forma en que está narrada llegará al corazón de todo el que la vea. Seguro.
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