Cazafantasmas, cumpliendo y superando a la original

Partamos de la base de que la nostalgia parece ser una de las armas más mortíferas a las que se puede enfrentar la objetividad. Con ella por bandera, se podría decir que Cazafantasmas, la original, era una auténtica maravilla que merecía escribirse en letras doradas en la Historia del Cine. Y no es así. Era una comedia fantástica que resultaba graciosa y que tuvo su momento. Contextualizando, se trataba de una película con no pocos méritos, pero poco más.
La secuela es todavía más olvidable, pero oye, son Cazafantasmas y la magia de la añoranza las ha convertido en algo IN-TO-CA-BLE. Pues mal les va a los que piensan esto con el Hollywood actual, que tira de remakes y reboots temerosos de crear ideas nuevas. Pero aún así, Cazafantasmas, la nueva, supera con tranquilidad a la original.
Si alguien entra a la sala donde se va a proyectar Cazafantasmas y se sorprende de lo que va a ver es, simplemente, una puesta al día de lo que vio en la década de los 80, tiene un serio problema. El nombre lo dice todo. Lo que importa, sí, es la manera de contarlo. Y Paul Feig se ha limitado a traer la misma historia, reinterpretada para los espectadores del siglo XXI. Un ritmo distinto, una concepción diferente y toques de genialidad que se diluyen al intentar recrear una historia ya contada.
Pero, ojo, eso no quiere decir que sea una película fallida. El tono de comedia se mantiene bien durante todo el metraje, con algún bajón momentáneo que saca al espectador de la película. Un toque ochentero que no acaba de cuadrar con el resto de la película, que se esfuerza por permanecer entre dos aguas durante todo el metraje… excepto en esos momentos.
Toques que nos sitúa en la película de los 80 para alejarnos inmediatamente de ella. Una rubia tonta elevada a la enésima potencia que en esta versión tiene cuerpo de hombre, a mitad camino entre la recepcionista y el Rick Moranis que nos viene enseguida a la mente. El guapo es él. Las normalitas, ellas.
Las actrices cumplen sobradamente con su papel y hasta Melissa McCarthy, una actriz que no suele gustarme, queda bien en su papel. Es inevitable ubicar a cada nuevo personaje en su versión anterior, pero logran diferenciarse aunque partan de ellos y acaban teniendo una personalidad propia. Si hablamos de argumento, es tan sólido como en la película de 1984, o sea, poco, pero aún así, es algo más coherente consigo mismo.
El desenlace va más allá de lo esperado, con una auténtica batalla campal y los homenajes se dejan caer uno detrás de otro. Los cameos están bien ubicados y no se deja ni uno solo. El insoportable Bill Murray tiene doble momento, pero el resto no hace esperar y hasta en el último momento tenemos a los protagonistas originales haciendo su aparición. Un regalito que ayuda a mantener en marcha la nostalgia, pero que no entorpece el desarrollo de la película. Punto para Feig con el detalle de la estación de bomberos y la puerta abierta para una secuela que no debería hacerse esperar.
Y ojo Marvel. Ni una ni dos escenas a mitad de créditos…
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