El cine de nuestras vidas (I): Casablanca

Me enamoré del cine cuando de muy pequeño vi por primera vez Casablanca. Como supongo que le ocurrió a muchos cinéfilos, todavía recuerdo quedarme embobado ante la pantalla, ese sentimiento de total embelesamiento con la película no se ha borrado ni un ápice a pesar de los innumerables visionados posteriores y de saberme los diálogos de memoria. Casablanca es La película por excelencia, el cine en estado puro. Existen películas mejor rodadas técnica y visualmente, las hay con más enjundia en su guión y seguramente también habrá muchas que aporten más dramática o formalmente, pero no son mejores, no son Casablanca.
Y es que Casablanca contiene en su metraje todo lo que se le puede pedir a una película, es una mezcla de géneros que contiene el cine negro, el bélico, la comedia, el drama, la aventura y por supuesto una de las mejores historias de amor jamás contada. Entre lo mucho que se ha dicho y escrito sobre esta película, quizá lo más acertado sea esa frase que la describe como «Un accidente feliz». Y es que este mito del cine surgió como un mero encargo propagandístico para animar al público americano en plena segunda guerra mundial. En realidad durante su rodaje nadie daba un duro por ella.
El director Michael Curtiz era un artesano con un buen puñado de películas en su haber, pero que no era considerado ni mucho menos un gran director a pesar de contar con títulos tan interesantes como Ángeles con caras sucias o El Capitán Blood. El guión fue objeto de numerosas revisiones y reescrituras y pasó por diversas manos. De entre todos los guionistas que tuvieron algo que ver con el libreto cabe destacar la labor de los mellizos Julius y Philip Epstein quienes escribieron tal vez las mejores lineas de guión de la historia, con permiso de Billy Wilder, su humor irónico dejó para la posteridad algunas de las míticas frases de la película.
Todos los personajes, desde los protagonistas hasta los secundarios están retratados de manera excelsa, Humphrey Bogart, el inigualable duro y cínico con el corazón roto, Paul Henreid, el héroe de grandes ideales, Ingrid Bergman que se debate entre ellos en uno de los primeros personajes femeninos que aportan mucho más que simple mobiliario. Durante el rodaje nadie conocía el posteriormente famoso final y cuando Ingrid Bergman preguntaba al director a quién amaba en realidad su personaje, este le contestaba que ella pusiera cara de que amaba a los dos. Y por supuesto ese mítico policía corrupto y socarrón interpretado por Claude Rains quien al final demuestra su gran corazón. Pero hay muchos más, desde el siempre maravilloso Peter Lorre hasta Conrad Veidt, el excelente malo de la función.
Existen tantas frases geniales y tantas escenas sublimes que necesitaría muchas más entradas para poder enumerarlas o describirlas como se merecen. Me quedaré con la frase o el diálogo entre Rick y el señor Ugarte: —¿Me desprecias, Rick? —Si pensara en ti el tiempo suficiente probablemente sí. Para destacar una escena elegiré una que no es de las más famosas o repetidas, pero que a mi me parece maravillosa. Ocurre en la estación en la que Rick ha quedado con Ilsa para marcharse juntos, ella no llega y alguien le entrega una carta. Llueve a cántaros y Rick está leyendo la carta en la que comprende que Ilsa no se irá con él, las letras se van borrando al mojarse. Humphrey Bogart no podía mostrarse llorando de modo que las gotas de lluvia borrando las letras de su amada representan las lágrimas de Rick. Eso es el cine, eso es Casablanca.
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