‘El niño y la bestia’ – Anime japonés fresco y atractivo

Tras años sin ver a su padre Ren no soporta la pérdida de su madre. Vaga solo por la ciudad ajeno al transitar de miles de almas. Cual moderna Alicia perseguirá a un peculiar viandante hasta un callejón que le lleva a un mundo habitado por monstruos. En él conocerá al perezoso y malhumorado maestro Kumatetsu, quien se empeñará en convertirlo en su discípulo en el arte marcial y en los secretos de la vida.
El niño y la bestia fue estrenada el pasado viernes 22 de abril en España y supone mi primera aproximación al aclamado cine del japonés Mamoru Hosoda, quien tras dirigir diversas referencias para Digimon ha firmado cintas como La chica que saltaba a través del tiempo (2006), Summer Wars (2009) o Los niños lobo (2012), todas ellas modernos clásicos del anime oriental. Pendientes quedan en mi personal listado.
El nuevo trabajo de Hosoda rezuma conocimiento técnico y narrativo. En lo visual se muestra atractiva -para muestra las imágenes que acompañan esta crítica- y también dinámica, con saltos contextuales que quedan reflejados en la retina a través de una paleta de colores cambiantes. Los escenarios que desarrollan la historia han sido cuidados al detalle y forman parte activa de la narración, la acompañan de principio a fin. La variedad de técnicas de animación que aúnan fuerzas en El niño y la bestia da notoriedad al resultado.
Pese a su duración -casi dos horas de metraje- no luce larga en exceso, maneja sus propios tiempos con desenvoltura y evita puntos muertos con suficiente cuerpo como para no trastabillar la atención de quien observa la acción. Motean la trama dosis de humor vivas y acertadas, aptas para el respetable en su conjunto sin consideración de edad o procedencia. Se trata de gags de situación, sketches insertados con tino.
La fortaleza de El niño y la bestia aguarda en su desarrollo. La fábula aporta ideas sobre el crecimiento personal, la frustración, lo correcto. La enjundia aportada por la identificación con Ren-Kyuta en sus motivaciones y esperanzas viaja de la mano con la evolución de los personajes. Ni el protagonista ni su maestro resultan estáticos, y el producto final queda procesado por un movimiento natural de los cuerpos en el espacio inter-personal.
Si bien algunos puntos no dan con su explicación racional -bien por apelar a alegorías o metáforas, bien por tratarse de elementos contextuales-, la eficaz trama aparece comprensible y rica en valores. El niño y la bestia es entretenida y mantiene pretensiones artísticas que no defraudan.
Resulta difícil (y vacuo) resistir la tentación de comparar esta cinta con el genio de quien ha monopolizado la conversación cinéfila mainstream sobre anime japonés en los últimos años: Hayao Miyazaki. Si bien la obra de Hosoda decae en lo referido a creación de universos frente a la sapiencia del creador de La princesa Mononoke (1997) o El viaje de Chihiro (2001), no resulta menos cierto que la película que tratamos gana el pulso en cuanto a vitalidad y constancia narrativa.
No son pocos los amantes del anime que ya califican a Mamoru Hosoda con el previsible y manido título de «el nuevo Miyazaki». No nos atrevemos a tanto. Sí osamos en cambio recomendar a los seguidores del género en España El niño y la bestia. En la línea de lo estrenado en nuestro país, divierte y entrega frescura. Juzguen ustedes mismos.
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