Insensibles: thriller histórico sobre la memoria olvidada

Insensibles: thriller histórico sobre la memoria olvidada

Escrito por: Fercatodic   @Fercatodic    12 junio 2013     3 minutos

David es un brillante neurocirujano necesitado de un trasplante de médula que, para sobrevivir, se lanza a la búsqueda de sus padres biológicos. Aunque las respuestas sobre su origen parecen ocultarse tras un velo de silencio y misterio, pronto descubrirá que en los Pirineos, durante la Segunda Guerra Mundial, un grupo de niños padecía un extraño y desconocido mal: eran insensibles al dolor físico.

Este el punto de partida de «Insensibles», la primera y prometedora película de Juan Carlos Medina. Con unos niños con el raro síndrome de Nishida, el guión se pregunta qué ocurriría si unos niños crecen sin sentir dolor. La respuesta es que se tiende a la auto mutilación. Y de un modo metafórico, el director nos propone que reflexionemos sobre qué pasaría si, como los niños, nuestra sociedad fuera «insensible» al dolor producido por los crímenes ocurridos durante la dictadura franquista.

La respuesta es asombrosamente similar: «su vida sin sentimientos y falta de humanidad se convirtió en una metáfora del destino colectivo de una nación muy antigua y, al mismo tiempo, muy joven que ha sido desgarrada por el odio y la intolerancia entre hermanos y hermanas» en palabras del propio director.

Presentada en el pasado festival Nocturna, esta película se estrena el 14 de junio. Insensibles es un thriller histórico con una estética muy poderosa, con una fotografía magnífica y, por ello y para ello, angustiosa y desasogante. Son dos historias que transcurren en épocas diferentes y que confluyen en un mismo y catártico final. Es una visión oscura, afín a la trama, y nada condescendiente con el espectador, que quedará hechizado por algunas escenas casi mágicas, de una belleza fantasmagórica.

Con una clara ambición tanto estética como temática, la película está correctamente dirigida pero tiene un par de problemas que harán difícil su éxito popular. En primer lugar, su target, el público al que está dirigido: por su estética está cerca del cine fantástico, aunque no llega a este género en absoluto (como dejó claro su director varias veces en la presentación), pero tampoco es histórico debido a su narración dual utilizada para contar dos historias, en principio, independientes.

Por otro lado, la ya citada ambición del director, del guión, que no termina de dar un resultado claro. Parte de la culpa la tienen los personajes. Aunque bien interpretados, no llegamos a empatizar con ninguno, por lo que no llegamos a introducirnos en la trama. Tiene poderosos momentos de un dramatismo que nos engancha… para después caer en picado despidiéndonos de la historia varias veces. Ni el inquietante personaje interpretado por Tomas Lemarquis (a pesar de su aparente carisma), ni el «insensible» David, interpretado por Alex Brendemühl logran atraparnos lo suficiente como para disfrutar de la historia el tiempo suficiente, resultando a veces algo lenta.

Pero es un soplo de aire fresco que, lejos del «cine palomitero», espectacular y vacío o del meramente costumbrista, demasiadas veces visto en el cine español, Insensibles da pie a la reflexión, dejando un poso de amargura y malestar que hace imprescindible que lo comentemos, que lo expiemos con nuestros amigos, reflexionando sobre nuestra postguerra, sobre nuestros demonios como sociedad. Eso sí, sin llegar a ser una película de esas de «arte y ensayo», gracias a Dios.


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