‘Mustang’ – Loables ideales para una obra simplista, maniquea y prescindible

Un pequeño pueblecito de Turquía. Cinco jóvenes hermanas viven su pueril libertad sin cortapisas culturales ni tradicionales. Viven la vida como resulta en el fondo: simple, placentera. Pero su comportamiento desinhibido y despreocupado despierta suspicacias entre el vecindario. La abuela de las chicas toma cartas en el asunto. Deben aprender a comportarse como mujeres adultas, prepararse para servir a sus futuros maridos, gestionar los pormenores de un hogar y renunciar a su inmoral libertinaje.
La premisa inicial de Mustang, la obra prima de la directora turco-francesa Deniz Gamze Ergüven, ha logrado la nominación en la categoría de Mejor película de habla no inglesa tanto en los Globos de Oro como en los premios Oscar 2016, así como 4 premios César de la Academia francesa de cine. Las impresiones de este humilde crítico se alejan sin embargo de los halagos imperantes. Aquí las razones.
Un primer desencuentro no achacable a la propia película lo hallamos en un doblaje impropio, extraño al oído. Minucias. De los algo más de 90 minutos de metraje la primera mitad se descubre insulsa, falta de complejidad suficiente. La presentación de nuestras cinco protagonistas peca por liviana, los planos e intercambiables personajes principales desfilan por una sucesión de escenas cotidianas ora prescindibles ora increíbles.
Lo mismo nos encontramos al borde de una fiesta de pijamas con reminiscencias al peor Hollywood que ante la oposición igualitaria, informada, culta y razonada de una niña de 10 años que apenas sabe multiplicar ante los excesos de su entorno (WTF de escena). En cuanto a la ausencia de complejidad que mencionábamos, se presenta el conflicto en términos maniqueos. Los buenos -las chicas en busca de su identidad personal, su libertad, el sentido de la justicia- frente a una realidad dominada por los malos -en especial el varón de la familia: rudo, tajante, autoritario, violento, incapacitado para mostrar sentimientos positivos hacia sus semejantes-.
Destacable eso sí el rol de la abuela, tan cerrada para comprender las aspiraciones y la visión de las hermanas como valiente para servir de escudo ante los golpes más duros de la vida. En contraste, el único varón con corazón de la película resulta fichado de un cuento de hadas en que ayudar a menores de edad a cometer actos delictivos -sin conocerlas y sin preguntar- es expuesto con buenos ojos ante el espectador.
A mitad de película el conflicto encrudece. Lo que fueran 50 minutos de mensajes obvios y ajenos al pensamiento crítico despegan de su superficialidad con ínfulas con un asalto a postulados y decisiones más complejos. El guión de Alice Winocour junto a la propia cineasta bebe de efectos tan inesperados como mal ejecutados en lo emocional y resuelve de manera previsible.
Intachable Mustang en su ánimo de necesaria denuncia contra la situación de la mujer no sólo en países como Turquía. Loable ejercicio en pro de la justicia, la igualdad y los derechos humanos. Las buenas intenciones chocan sin embargo contra una película que se derrumba desde perspectivas técnicas y artísticas. El simplismo y los planteamientos pobres y manidos desbancan un trabajo poco recomendable desde una postura estrictamente cinematográfica.
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