Pagafantas, Cobeaga y los Freaks & Geeks españoles

Alabado por el éxito de su magnífico cortometraje Éramos Pocos, y respaldado por el actual fenómeno de comedias adolescentes made in Spain, Borja Cobeaga debuta en el largo con esta cachonda película, definida como anti-romántica, que le hace converger el humor social y dañino de su nominada al Oscar con una historia en un ambiente más típico (demasiado cercano a las rom-com cuadriculadas) al que posiblemente le falte la sorpresa que nos entregaba su anterior triunfo.
Como si de un documental educativo se tratara, gracias a la didáctica aprendemos varios términos de este convulso mundo del desamor (y el «des-sexo») como los de «Hacer una cobra, «el abrazo del Koala» o «Ser un Pagafantas»; pero ¿qué es un Pagafantas? Es el neologismo utilizado para describir a esta especie en expansión, tan común en la ciudad donde se centra la trama, Bilbao (y posiblemente habitual en el resto del globo), que siempre ha sido un calzonados viviendo a merced de una mujer «fatal» que le halaga y le acurruca, pero al final del día sólo le quiere como amigo (¿os va sonando?) y con sus despampanantes armas le maneja a placer.
Con un enfoque de ternura, Gorka Otxoa, ya metido en el patetismo del personaje gracias a las caricaturas de Cuestión de Sexo o Vaya Semanita, pasea su cara de perfecto alucinado y su humillación imparable a lo largo de la cinta, haciéndole llegar a situaciones reconocibles por casi todos, y otras demasiado exageradas para el buscado realismo. Queriéndose basar en el sello de Ricky Gervais (del que tanto Cobeaga como el guionista Diego San José han confirmado ser admiradores) la humillación y la vergüenza ajena se convierten en motor de la trama, y aunque no llegan al punto de incomodidad del maestro inglés, nos entrega momentos completamente divertidos que, al menos, hace que mantengamos una sonrisa en la cara.
Secuencias como la de la persecución cultural en el puente de El Arenal bilbaino o la de una inesperada fiesta sorpresa son impagables, pero mientras avanza el argumento algunas de las situaciones comienzan a convertirse en gags absurdos acartonados, unidos como si fueran sketches televisivos con un eje similar. A pesar de ello, y gracias a que la cinta dura hora y media, no nos da demasiado tiempo para adentrarnos en momentos aburridos, ni para que se les note tanto la escuela a los creadores, y nos mantienen interesados en los personajes. Últimamente demasiadas comedias muestran achaques por durar más de lo que deberían, y probablemente éste sea uno de los géneros que menos se preste a ello ya que no se puede alargar una gracia indefinidamente.
Con un reparto lleno de caras reconocibles, y un protagonista con suficiente peso para llevar a buen puerto el largo, el verdadero roba-planos es el genial Oscar Ladoire que no sólo pone el contrapunto anti-adulto, siendo él también todo un pagafantas, sino que deja algunas de las guindas (punchline, o como queráis llamarlas) más chanantes del film. Es este secundario tonto y fiel al principal que a veces se hace pesado y otras, como en esta ocasión, funciona perfectamente y mejora el conjunto, con el fin de que se identifiquen los más viejunos de la casa. Un novato y una veterana como Julián López y Kiti Manver no están nada mal, al tiempo que Sabrina Garciarena (cuya insistencia saca de quicio y a la con total seguridad veremos mucho en portadas de FHM y similares, dedicado a todos los pagafantas), María Asquerino o Michel Brown hacen su labor, sin destacar ni molestar.
La capital bizkaina es otro personajes más en la historia y aunque es poco utilizada en el cine, se le saca mucho juego sin necesidad de tirar al cuadro idílico de postal, esto es el famoso museo con forma de barco. Especialmente destacable son los coches de limpieza tan habituales en las solitarias noches. A Cobeaga no hacían más que metérsele en plano en el rodaje, por lo que los introdujo. Como J.J. Abrams hiciera con la luces reflejo constante en Star Trek, el director donostiarra convierte a los coches en su constante, cumpliendo perfectamente la labor pues enseguida los relacionamos con las calles desiertas por las que pasea este joven dejándose llevar.
Sin alejarse de comedia constumbrista, Pagafantas logra en gran medida conseguir sus objetivos y crear un cine de entretenimiento, sacándonos una carcajada sin necesidad de llamar a la puerta del humor infantil tan presente en estas producciones. Asegura hacer reír, y puede ir camino de llenar salas de cine, auspiciados con una espectacular promoción, con más gracia que otros recientes taquillazos como Fuga de Cerebros. Si aquél podría compararse con tópicos universitarios con el sexo de punto de encuentro de películas como American Pie, este proyecto se acerca más a una comedia para los «raritos» seguidores de Apatow, hijos de Freaks & Geeks o Supersalidos.
PD: ¿Logrará sustituir la comedia gamberra adolescente española a los dramones de la guerra civil? Las recaudaciones, de momento, parecen quererlo así. Esperemos que la calidad vaya creciendo también, para lo que éste es un excelente paso.
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