A pie de página: padres, hijos y disputas

La carrera por los Oscars ya ha comenzado y ya tenemos las primeras nominaciones. Si «15 años y un día» es la representante española, por parte de Israel tenemos «Pie de página».
Pie de página (Footnote) es una comedia irónica y fabulesca sobre la competitividad, la lealtad, el amor y las difíciles relaciones entre un padre y un hijo, ambos académicos que han dedicado toda su vida al estudio del Talmud. El padre, Eliezer Shkolnik, es un testarudo purista ajeno al sistema, que nunca ha visto reconocido su trabajo. Su hijo, Uriel Shkolnik, es una estrella ascendente en la materia, que se esfuerza por consagrarse públicamente.
Un día se da la vuelta a la tortilla. Cuando a Eliezer se le comunica que va a obtener el Premio Israel, el mayor honor para eruditos del país, aflora su vanidad y necesidad imperiosa de reconocimiento. Al saberlo, su hijo Uriel se siente orgulloso, pero la admiración inicial irá dando paso a la envidia. Poco después, una broma pesada del destino le hará tener que elegir entre boicotear la gloria y el honor de su padre o acabar con su propia y brillante carrera para siempre.
Llamar comedia a esta historia me resulta algo difícil, aunque tenga varios momentos muy divertidos (como el vodevilesco de la sala donde da lugar el giro principal de la trama). Es, básicamente, una tragedia con toques de humor (negro a veces, no siempre), como casi toda relación familiar. Y más aun en este caso en el que los dos, padre e hijo, tienen la misma profesión, pero con puntos de vista completamente diferentes y, como se ve al final de la obra, incluso contrarios.
Frente a un terco y orgulloso académico cuyo único logro profesional es ser citado en una nota a pie de página (de ahí el título), está su hijo, cuyo éxito en el mismo ámbito de su padre es a la vez motivo de orgullo y de celos para el progenitor.
Formalmente la obra es correcta, al servicio del argumento, pero el director Joseph Cedar se ha permitido algunas licencias, dando lugar a una escenografía diferente que consigue un atractivo contraste, desde la escena donde vemos el trabajo de Eliezer (totalmente simbólica y casi onírica), hasta la escena inicial (con esa tramposa voz en off) o la escena final, casi sin diálogos, que parece una secuencia de baile, coreografiada, dándonos el punto de vista de los protagonistas en la que, aparentemente, es una celebración festiva y que, en un ejercicio de narración circular, se contrapone a la celebración del principio de la película.
En resumen, una historia de padres e hijos, de orgullo y de celos, de rencores enconados. Una historia familiar con mucha mala leche, pero sin hacer sangre.
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