Radio Encubierta, «buen rollismo ilustrado» en los 60

En su primer proyecto como director, la encantadora Love Actually, Richard Curtis ya nos enseñó su cariño por la música pop/rock con la que impregnaba cada esquina de ese relato de amores entrecruzados. Por eso no es extraño que con Radio Encubierta haya intentando homenajear este género musical, de la mano de una comedia mucho más desenfadada y alejada de las películas románticas con las que habitualmente se le relacionan (Notting Hill, Bridget Jones, Cuatro Bodas y un Funeral…); en las que, por cierto, siempre ha dedicado una parcela a los momentos absurdos y personajes extravagantes que ahora copan la trama. El ser co-creador de Mr. Bean sólo es un dato más para demostrar su pasión por los caracteres graciosamente idiotas.
Su última aventura narra cómo en los años 60, la BBC era la única emisora de radio oficial de Reino Unido, y sólo ofrecía 45 minutos de rock al día. Para hacer frente a esto unos amantes de los vinilos tenían sus barcos anclados en medio del mar retransmitiendo las 24 horas del día y consiguiendo mover a todo un país. Esto nos lleva hasta Radio Rock, uno de estos navieros al que llega un joven (Tom Sturridge) dispuesto a conocer nuevo mundo y “madurar”. Mientras tanto, en tierra firme, el gobierno urde sus propios planes para hacer ilegales estas estaciones que “contaminan al pueblo”.
Si hay un peligro claro en crear un film sobre música, es el de convertir a éste en un alargado videoclip de 2 horas y cuarto. Quizás por ello el relato flaquee en varios momentos donde parece que nos entregan sub-tramas no centrales hechas para alargar la historia, y que llegan a la pantalla para finalizarse tras unos 10 minutos. No obstante, estos pequeños arcos sirven para desarrollar a personajes secundarios que dan resultados excelentes, humorísticamente hablando, en un proyecto donde su exquisito reparto coral es el principal atractivo.
Cada uno de los actores tiene su tiempo y espacio en la historia y son parte de un todo hasta donde han llegado para pasárselo bien e irse de cachondeo. Todos los intérpretes transmiten esta sensación de buen rollo que la película tanto destaca, convirtiéndolos en el principal motor; desde un Philip Seymour Hoffman que siempre tiene un nuevo registro para enseñar, hasta unos Bill Nighy (lo mejor de Love Actually) y Rhys Ifans, habitualmente en estado de gracia en este tipo de roles cachondos y excéntricos. Nick Frost, Chris O’Dowd, Tom Brooke o Rhys Darby no se quedan atrás en este equipo dispuesto a hacer feliz a mucha gente que, sin embargo, ve pasar a muy pocas mujeres (y todas floreros) por su barco, siendo bellezas como January Jones, Gemma Arterton, Talulah Riley y la deliciosa Emma Thompson. No se puede dejar de destacar, volviendo a tierra, la caracterización de un caricaturesco burócrata y ministro, dentro de un universo más oscuro, al que da vida un Kenneth Branagh que nos hace creer que podría haber sido la mejor opción para el mofoso Hitler de los Malditos Bastardos de Tarantino. Impagable es la secuencia donde vemos a la montaña rusa de emociones recorridas en su cena familiar de Navidad.
A base de inteligentes planos de cámara y una destacable dirección, Curtis hace un homenaje a la colorista estética que siempre relacionamos con estos años y consigue parodiar los típicos vídeos musicales (una gran despedida de soltero) o el Western. Un humor inglés lleno de silencios incómodos, histrionismo, por momentos absurdo y en ocasiones demasiado escatológico, hace el resto para que conectemos con los personajes, como lo hacen los alegres oyentes situados en los 60, y ponernos a bailar con algunas de las mejores melodías de hace casi cincuenta décadas. A pesar de ello, es posible que esta sucesión de divertidos gags y escenas alocadas hagan flaquear los momentos más sensibleros y “dramáticos”, así como las reflexiones pseudos-filosóficas sobre la música, en los que casi nos es imposible sufrir ni emocionarnos porque seguimos con la sonrisa de alrededor de “los mejores años de las vidas” de estos muchachos. Por ello, alguna resolución se torna en facilona o demasiado amable, aunque no desentone realmente con la concepción de la idea.
En conclusión, y aun con su largo metraje, Radio Encubierta es una producción con la que pasar un rato agradable, cachondo y disfrutar de un grupo de actores que dan todo lo que saben, y un británico director que demuestra que sabe hacer cine. Además nunca está de más escuchar en pantalla grande a cantantes y grupos como The Who, Jimi Hendrix o David Bowie.
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