Stone, más agujeros que una piedra pomez

Cuando dos astros interpretativos se juntan en la gran pantalla siempre es un gran acontecimiento, incluso aunque solo sea por el simple hecho de despotricar sobre el rumbo tomado por sus carreras o para concluir que esta unión nunca debió haberse consumido ante unas posibilidades pobremente explotadas.
Robert de Niro y Edward Norton, dos de los mejores de sus respectivas generaciones, lo intentaron ya en 2001 con Un Golpe Maestro (donde además compartían planos con otro gran maestro como Marlon Brandon), solo para demostrar una vez más que los actores son el mínimo denominados común, simple relleno en lo que era un repetitivo relato criminal. Ahora vuelven a la carga con Stone, para avergonzarse una vez más sumergidos en una historia con fondo, pero mal narrada y presentada que echa a perder todas sus posibilidades por querer abarcar demasiado.
El director John Curran (compañero de Norton en El Velo Pintado) y el guionista Angus MacLachlan se pierden en un confuso relato, viajando de lo común a lo extraño en cuestión de un corte de plano y saltándose a la torera una profundidad de personajes que hiciera embellecer el trabajo interpretativo. Sumergida en ínfulas de grandeza, con un intento de crítica al sistema penitenciario americano y un engañoso trasfondo pseudo-religioso, la cinta comienza con el último caso de un agente de la condicional. Un hombre que debe decidir sobre la libertad del preso al tiempo que la esposa de éste intenta inmiscuirse en su complicada existencia física y espiritual. Esta trama se pierde en el horizonte de esta serie de sub-temas sobre lo que hablábamos que no nos dejan ver un todo, pese a las buenas ideas que parece se tenían. Obvios agujeros de guión y un desarrollo de personajes que da vuelcos y giros ilógicos constantemente hacen que este argumento flaquee y de palos de diestro en un maremágnum de ideas inconexas sin un objetivo claro.
La aviejada cara histriónica de De Niro y un cumplidor y comedido Norton mejoran una cinta que no se aprovecha de su valía. El pequeño reparto se completa con una bellísima Milla Jovovich (separada momentáneamente de su frenético esposo y director zombie) como Femme Fatale y una vacía Frances Conroy, gran actriz olvidada desde A Dos Metros Bajo Tierra y obviada en la mayor parte del metraje, pese a la fundamental importancia de su personaje. Aún poniendo el enfoque en cuatro personajes, la obra no consigue definirlos -salvo quizás el de la irresistible manipuladora y solitaria Luxeta (Jovovich)- y hacer que buena parte de sus acciones sirvan a merced del thriller y la confusión, trasladado muchas veces en somnolencia.
Por aclamación popular, solo queda hacer una última reclamación y pedir por enésima vez la retirada del fetiche de Scorsese, sumergido desde hace tiempo en un bucle imposible de salir. Como con su amigo Al Pacino (con el que compartió cartel en la irrisoria parodia de drama policiaco Righteous Kill), la oportunidad de tener una carrera impoluta quedó hace mucho tiempo atrás, pero seguir viéndolo trabajando solo por dinero en cualquier mamarrachada o última Los Padres de Ella no hace más que avergonzar su historia. En los últimos diez años, donde ha hecho hasta 21 filmes, su mejor película es posiblemente Stardust, y su hilarante pirata gay no tenía más de diez minutos en pantalla. Con un par de honrosas excepciones, el resto es poco más que comida de elefantes, así que hagan números.
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