
Me enamoré del cine cuando de muy pequeño vi por primera vez Casablanca. Como supongo que le ocurrió a muchos cinéfilos, todavía recuerdo quedarme embobado ante la pantalla, ese sentimiento de total embelesamiento con la película no se ha borrado ni un ápice a pesar de los innumerables visionados posteriores y de saberme los diálogos de memoria. Casablanca es La película por excelencia, el cine en estado puro. Existen películas mejor rodadas técnica y visualmente, las hay con más enjundia en su guión y seguramente también habrá muchas que aporten más dramática o formalmente, pero no son mejores, no son Casablanca.
Cuándo Fernando Trueba recogió su Oscar por Belle Époque acuñó una frase mítica a la que muchos cinéfilos nos apuntamos de inmediato: "Me gustaría creer en Dios para agradecerselo, pero yo sólo creo en Billy Wilder, así que gracias señor Wilder." Al día siguiente Trueba recibió una llamada teléfonica, era el mismo Billy Wilder que le dijo: "Hola Fernando, soy Dios". Michel Hazanavicious también citó a Wilder cuándo se llevó su flamante estatuilla, desgraciadamente ya no pudo haber llamada de Dios. Sus conocidos dicen que así era Wilder, rápido, inteligente, mordaz e incapaz de que la verdad le arruinara una buena anécdota. Como puede mostrar el epitafio en su lápida que muestra la imagen de cabecera.
La película ganadora del Globo de Oro a Mejor película cómica no solo es muda por un capricho de su director, Michel Hazanavicius. The Artist vive del silencio. Su argumento, por supuesto, se centra en la caída en desgracia de una egocéntrica estrella del cine mudo, sustituido por la nueva cara femenina de los talkies, al que él mismo lanzó a la fama. Distantes, fríos y opuestos, el silencio define los sentimientos de esta relación romántica que ninguno se atreve a digerir ni a enfrentar.