El remake es salvaje, oscuro, muy oscuro, con escenas de maestría dirigidas con pulso. El repetido uso del director por los planos muy cerrados generan en el espectador una sensación de asfixia brutal, de estar contra las cuerdas en el transcurso de los cien minutos de imágenes. Al igual la luz resulta vital para llevar hasta tales puntos las sensaciones que se pretenden. Luz tenue, muy baja en la mayor parte de la película. Pero debajo de esto hay un discurso mayor, la eterna búsqueda del instinto, la mirada hacía el comportamiento humano y sus decisiones. El trío de asesinos convictos son típicos, y cumplen su función: el jefe, que parece el más tranquilo siendo luego el más peligroso, el tio salido y la mujer sádica que les acompaña. Junto a ellos el hijo de uno de ellos, es el elemento de inflexión dentro del grupo. Se debate entre el bien o el mal, sin poder reaccionar hasta ya producido el daño. El contrapunto está en los padres.
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