Para los fieles lectores de cómics, ir al cine a ver una película de super-héroes ha sido siempre una experiencia única. A principios de siglo, Bryan Singer abrió la veda, a través de X-men, al reciente furor por adaptar los decanos personajes de Marvel y DC a la gran pantalla. Con resultados cualitativos cuanto menos irregulares, la compañía fundada por Stan Lee comenzó entonces a colaborar con diferentes estudios para exprimir al máximo a sus héroes. Tanto los más populares como los anónimos para el público generalista, podían recibir la oportunidad de convertirse en pasto de las audiencias veraniegas. Pese a contar desde el principio con una única productora con la que trabajar, la compañía de Warner, por el contrario, no ha sabido desarrollar su universo cohesionado más allá de Gotham City, sub-refugio batmaniaco donde -avalado por la malograda tetralogía originada por Tim Burton- Christopher Nolan se ha alejado de convencionalismos, para imprimir su estilo propio en una cinta más cercana al noir que a los hombres con capa.
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