
"Los Globos de Oro son para los Oscars lo que Kim Kardashian es para Kate Middleton". Esa es la certera descripción que hizo el anfitrión Ricky Gervais en uno de los pocos momentos divertidos de la ceremonia de los Globos de Oro, celebrada ayer en Los Ángeles. Después de años eligiendo candidatos inesperados y opciones extrañas, y con una denuncia por sobornos todavía en curso, la gran fiesta de Hollywood -en un tiempo conocida como la ante-sala de los Oscars- ha perdido la credibilidad de antaño. En los últimos tiempos parecen más preocupados por colocar estrellas (mojan las bragas por Clooney, Elton John o Madonna) en su palmarés que por premiar a la calidad. Todo con el simple objetivo de que que los actores se emborrachen de congratulación y amiguismo (y no solo de alcohol), pasando una noche de fiesta mucho menos encorsetada que la de los Oscars. Por eso uno de los grandes focos de atención de su sexagésimo-novena gala era el regreso de su presentador, el infant terrible británico, que el año pasado sorprendió a propios extraños con su humor destructivo. Esta vez, sin embargo, el cómico no pudo alcanzar las grandes expectativas, por culpa de un trabajo descafeinado, sin mojarse ni ofender ante su poderosa audiencia. Por momentos casi daba la impresión de que estaba secuestrado entre bambalinas.
La Asociación de Periodistas Extranjeros ha tardado en decidirse, pero la elección era lógica, Ricky Gervais estaba obligado a volver a ser el presentador de los Globos de Oro, tanto por las audiencias como por las risas. Han sido semanas de discusiones y pensamientos para los responsables, pero las conversaciones por fin han dado resultados. Hace unos meses, solo NBC estaba dispuesto a hacerlo. Poco a poco, convencieron al cómico, reticente a la idea de no poder superar el trabajo del pasado año y liado con sus múltiples trabajos televisivos. Y hasta ayer mismo la HPFA parecía estar divida ante la situación, con algunos de los miembros realmente ofendidos por sus comentarios pasados, que pusieron especial énfasis en la denuncia por sobornos a los Globos.
Como todos sabéis, ayer por la noche se celebró la sexagésimo-octava edición de los Globos de Oro, presentadas por un Ricky Gervais en horas altas que, al contrario que el pasado año, no se cortó ni un pelo e hizo de ésta la gran fiesta de Hollywood, sin tapujos y dejando a muchos boquiabiertos. Mucho menos sorprendentes fueron los ganadores cinematográficos de este año, una repetición nada osada de lo que venimos viendo durante toda la campaña de premios de la crítica y seguro veremos en los Oscars. Hollywood se ha rendido definitivamente ante La Red Social, el fenómeno del momento y una película generacional que dejará poso en la historia del cine, y que esta vez se ha ido a dormir con cuatro premios, incluido el de mejor película dramática.
Ricky Gervais nos tiene muy mal acostumbrados, y eso no siempre es bueno. Después de crear dos enormes joyas de la televisión moderna como The Office y Extras, que han conseguido salir desde Reino Unido para convertirse en fenómenos mundiales e influenciar gran parte de la comedia que se ha hecho después, el nacido en Reading no ha parado, y nadie se ha quejado por ello. No obstante, su llegada a Hollywood sólo muestra a un Gervais a medio gas, sumergido en un convencionalismo aburrido que no se atreve con el humor sarcástico y dañino por el que se ha hecho famoso en televisión y sobre el escenario como stand-up.
Tras la relativa decepción que supuso The Invention of Lying (estreno España: 5 de marzo) el genio del humor británico Ricky Gervais vuelve con las pilas muy cargadas este año para reunirse con su co-creador de Extras y The Office Stephen Merchant, en Cemetery Junction. Haciendo hincapié esta vez de los toques dramáticos -que ya recorrían toda la obra cómica de esta pareja de guionistas/directores- esta nueva historia nos lleva hasta el pequeño pueblo natal de Gervais donde nos serán presentados un trío de jóvenes protagonistas viviendo a finales de los 70, y a punto de decidir el destino de su existencia. Cuando Freddie (Christian Cooke) consigue un nuevo trabajo en una empresa de seguros y se reencuentra con un amor de la infancia (Felicity Jones), su vida y la de su grupo pegará repentinamente un giro de 180 grados.
En una gala bastante larga y lenta, llena de bromas alrededor de NBC y de la fiabilidad del comité que entrega estos premios -incontables las veces que han dicho que eran fáciles de comprar-, ayer se entregaron uno de los Globos de Oro más taquilleros de la historia. La sobrevalorada Resacón en Las Vegas, llena de chistes que hemos visto mil veces en este tipo de películas, se lleva la categoría comedia/musical, por encima de dramas tiernos como (500) días Juntos, comedias más divertidas como Zombieland y la joya no nominada Un Tipo Serio.
En Hollywood la llaman la fiesta del año, una oportunidad única para ver a las personalidades de la televisión y el cine juntas. En un ambiente relajado y cercano, sin jugarse demasiado, el próximo 17 de enero se celebrará desde Los Ángeles la sexagésimo-séptima edición de estos galardones concedidos por la Asociación de Periodistas Extranjeros en Hollywood que año tras año clasificamos como la antesala de los Oscars, Los Globos de Oro. Este año nosotros también estaremos allí, al menos en espíritu.