Pasara lo que pasara, éste iba a ser el fin de semana de Avatar y de James Cameron, ya fuera un sonado fracaso o un impresionante éxito. Con esto en la mano, al final se ha quedado entre dos tierras, no asombrando a nadie pero tampoco siendo una tremenda decepción en una taquilla estadounidense con una jornada donde hay muchos factores que analizar. De buenas a primeras hay que olvidarse de compararla con Titanic, por mucho bombo que se le haya dado a esta obra durante años de producción nada se podrá asemejar a la anterior película del director, en la que no sólo importó el fin de semana del estreno sino las sucesivas semanas donde subió y subió gracias a los pocos estrenos y un incomparable boca-oreja. Al contrario que con aquélla, las expectativas en ésta son muchísimo mayores, puesto que este genio del cine comercial se ha pasado década y media sin estrenar, sin embargo esto también puede jugar en su contra. Lo que sin duda jugaba a su favor son las caras entradas de las salas 3D, así como la aparente falta de competencia, pero en una década con furor por las secuelas y adaptaciones comiqueras donde sólo nueve films originales han logrado entrar en el ránking de "las más vistas", las esperanzas de Fox tampoco estaban por los cielos.
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