‘Trumbo. La lista negra de Hollywood’ – Somero repaso al macarthismo anticomunista

En 1939 Dalton Trumbo logró el National Book Award por su novela Johnny cogió su fusil. El éxito literario y de sus guiones para cine se truncó durante finales de los años 40 y los 50. La caza de brujas en Hollywood consistió en la persecución sistemática de todo aquel sospechoso de comulgar con ideas comunistas. Trumbo fue acusado en juicio político y encarcelado.
El Hollywood de 2016 rinde homenaje a una figura clave de la creación para la gran pantalla. Trumbo. La lista negra de Hollywood recupera aquellos años en la vida del escritor de películas como Espartaco (1960) o Vacaciones en Roma (1953), quien ganó dos premios Oscar bajo pseudónimo por la censura del macarthismo.
En cines españoles desde el pasado viernes, la película ha sido dirigida por Jay Roach, responsable de cintas como Los padres de ella (2000), Los padres de él (2004) o La cena de los idiotas (2010). Roach trató temas de relevancia política en el aclamado biopic sobre Sarah Palin Game change (2012) o la comedia En campaña todo vale (2012).
Con Trumbo. La lista negra de Hollywood aporta una historia obvia desde sus inicios, demasiado directa, ansiosa por lucir sus postulados y recibir alabanzas precoces. Este rechazo a las medias tintas desemboca en un exilio de lo sugerido y no contado que lastra las aspiraciones artísticas de la obra.
También vemos burda mano en el tratamiento de unos recursos emotivos trillados, faltos de tacto y novedad. Dalton Trumbo es un gran norteamericano, un patriota, amante de su familia y una víctima de la ignorancia y el miedo. A quien no quede claro la dinámica repetitiva de la película en los primeros 20 minutos debe haber entrado tarde a la sala.
La última hora de metraje en cambio admite elementos alternativos. El protagonista casi guiña al thriller de espías al embarcarse en la cruzada de publicar guiones de cine bajo pseudónimo para esquivar así la censura injusta. No sólo se nos muestran los entresijos de una industria cruel y volcada en el lucro frente a cuestiones estilísticas y estéticas. Además se presenta un dilema al personaje: luchar contra el enemigo con sus propias armas o ser honesto consigo mismo.
Más entretenida esta segunda parte, permite algún que otro momento hilarante y salen aquí a relucir diálogos brillantes en momentos concretos. Un potente Bryan Cranston guía la narración con soltura y recursos, y la acapara. Diane Lane correcta pese al escaso peso que Jay Roach da a su personaje la mayor parte de la película. Helen Mirren se ahoga en su rol maniqueo mientras que John Goodman regresa en un papel ajustado a su talle y a su trayectoria.
Deslumbra con luz propia una Elle Fanning que en su juventud ha interiorizado cada gesto de la chica modosa y tierna que se espera de ella y que -y aquí el quid- construye un personaje con aristas y recovecos a partir de tan neutra exigencia. Con minutos en pantalla puede llegar a convertirse en estrella con merecimientos. Esperamos con ganas su trabajo en The neon demon.
La moraleja final de Trumbo. La lista negra de Hollywood no pilla a nadie con el pie cambiado; la traemos dosificada dos horas antes. El ejercicio de Jay Roach se deja domar sin aportar dotes de genialidad, inventiva o atractivos fuertes. No sentimos nunca horror, dolor ni sufrimiento ante la injusticia. Quizá la trama necesitaba más de Dalton Trumbo y menos de John McNamara.
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